LA LEYENDA DEL JUNCO
En las cálidas tierras ocupadas por los guaraníes, sombreadas de selvas y surcadas por los ríos rumorosos, vivía una india de notable belleza llamada Pirí. Su hermosura era tan grande como su vanidad.
Al atardecer, cuando el sol dibujaba pinceladas rojizas en las aguas del río Paraná, Pirí llegaba hasta la orilla. Acentuaba su esbeltez con su ondulante andar. Se soltaba sus largos cabellos renegridos y, mientras los trenzaba, se contemplaba en el río una y otra vez, deleitándose ante su propia imagen. -¡Qué bella soy! -decía. Era un ritual que repetía todos los días… Pirí había inspirado amor en varios muchachos de su tribu, pero ella no los miraba siquiera. Cuando se dignaba hablarles era para burlarse de sus sentimientos. Nunca agradecía los regalos que frecuentemente le hacían sus enamorados. Los arrojaba muy lejos sin importarle el dolor que les causaba. Sus horas eran una sucesión de ocios y de vana contemplación.
Un día, el dios de los guaraníes: Tupá, disgustado por el proceder de Pirí, se presentó ante ella. Con una voz que revelaba su enojo le habló así: -Pirí, todo ser humano tiene la obligación de ser generoso con sus hermanos y, debe dar utilidad a su vida. Tú has desaprovechados todos los dones que generosamente te di. Por ello, sufrirás un castigo. Te transformarás en otro ser. Serás una planta tan hermosa y cimbreante como eres ahora. Te convertirás en junco. Serás la gran compañera de los hombres y mujeres de esta tierra, y compartirás todos los momentos de sus vidas. Diciendo esto, Tupá se esfumó y también desapareció Pirí. Sus jóvenes enamorados la buscaron noche y día por la selva, en las orillas del río, junto a las flores, pero en ninguna parte hallaron rastros de la hermosa india. Un día, al acercarse al río contemplaron asombrados una planta desconocida que crecía en las orillas meciéndose al soplo de la brisa con la gracia de una mujer. La llamaron Junco. Con sus tallos aprendieron a dar forma a variados objetos de uso cotidiano tales como costureros, cestos, esteras y muchos otros más… Las hábiles manos de los tejedores trenzan el junco desde aquellos lejanos tiempos. Es una artesanía que se ha perpetuado, llegando hasta nuestros días como un hermoso legado del pasado guaraní.