jueves, 11 de marzo de 2010

UNA LEYENDA LATINOAMERICANA

EL TATU Y SU CAPA DE FIESTA



(Mito Aymará Bolivia)


Las gaviotas andinas se habían encargado de llevar la noticia hasta los últimos


rincones del Altiplano. Volando de un punto a otro, incansables, habían


comunicado a todos que cuando la luna estuviera brillante y redonda, los animales


estaban cordialmente invitados a una gran fiesta a orillas del lago. El Titicaca se


alegraba cada vez que esto sucedía.


Cada cual se preparaba con esmero para esta oportunidad. Se acicalaban y


limpiaban sus plumajes y sus pieles con los mejores aceites especiales, para que


resplandecieran y todos los admiraran. Todo esto lo sabía Tatú, él quirquincho, ya


había asistido a algunas de estas fastuosas fiestas que su querido amigo Titicaca


gustaba de organizar. En esta ocasión deseaba ir mejor que nunca, pues


recientemente había sido nombrado integrante muy principal de la comunidad. Y


comprendía bien lo que esto significaba... Él era responsable y digno. Esas


debían haber sido las cualidades que se tuvieron en cuenta al darle este título


honorífico que tanto lo honraba. Ahora deseaba íntimamente deslumbrarlos a


todos y hacerlos sentir que no se habían equivocado en su elección.


Todavía faltaban muchos días, pero en cuanto recibió la invitación se puso a tejer


un manto nuevo, elegantísimo, para que nadie quedara sin advertir su presencia


espectacular. Era conocido como buen tejedor, y se concentró en hacer una trama


fina, fina, a tal punto, que recordaba algunas maravillosas telarañas de esas que


se suspenden en el aire, entre rama y rama de los arbustos, luciendo su tejido


extraordinario. Ya llevaba bastante adelantado, aunque el trabajo, a veces, se le


hacia lento y penoso, cuando acertó a pasar cerca de su casa el zorro, que


gustaba de meter siempre su nariz en lo que no le importaba.


Al verlo, le preguntó con curiosidad que hacía y este le respondió que trabajaba


en su capa para ponérsela el día de la fiesta en el lago, el zorro le respondió que


como iba a alcanzar a terminarla si la fiesta era esa noche. El quirquincho pensó


que había pasado el tiempo sin notarlo. Siempre le sucedía lo mismo... Calculaba


mal las horas... Al pobre Tatú se le fue el alma a los pies. Una gruesa lágrima


rodó por sus mejillas. Tanto prepararse para la ceremonia... El encuentro con sus


amigos lo había imaginado distinto de lo que sería ahora. ¿Tendría fuerzas y


tiempo para terminar su manto tan hermosamente comenzado?


El zorro captó su desesperación, y sin decir más se alejó riendo entre dientes. Sin


buscarlo había encontrado el modo de inquietar a alguien...y eso le producía un


extraño placer. Tatú tendría que apurarse mucho si quería ir con vestido nuevo a


la fiesta. Y así fue. Sus manitos continuaron el trabajo moviéndose con rapidez y


destreza, pero debió recurrir a un truco para que le cundiera. Tomó hilos gruesos


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y toscos que le hicieron avanzar más rápido. Pero, la belleza y finura iniciales del


tejido se fueron perdiendo a medida que avanzaba y quedaba al descubierto una


urdimbre más suelta. Finalmente todo estuvo listo y Tatú se engalanó para asistir


a su fiesta. Entonces respiró hondo, y con un suspiro de alivio miró al cielo


estirando sus extremidades para sacudirse el cansancio de tanto trabajo. En ese


instante advirtió el engaño... ¡Si la luna todavía no estaba llena! Lo miraba curiosa


desde sus tres cuartos de creciente...


Un primer pensamiento de cólera contra el viejo zorro le cruzó su cabecita. Pero al


mirar su manto nuevamente bajo la luz brillante que caía también de las estrellas,


se dio cuenta de que, si bien no había quedado como él lo imaginara, de todos


modos el resultado era de auténtica belleza y esplendor. No tendría para qué


deshacerlo. Quizás así estaba mejor, más suelto y aireado en su parte final, lo


cual le otorgaba un toque exótico y atractivo. El zorro se asombraría cuando lo


viera... Y, además, no le guardaría rencor, porque sido su propia culpa creerle a


alguien que tenía fama de travieso y juguetón. Simplemente él no podía resistir la


tentación de andar burlándose de todos... y siempre encontraba alguna víctima.


Pero esta vez todo salió bien: el zorro le había hecho un favor. Porque Tatú se


lució efectivamente, y causó gran sensación con su manto nuevo cuando llegó, al


fin, el momento de su aparición triunfal en la fiesta de su amigo Titicaca.


Fuente: Cuentos y Leyendas Americanas.